El territorio que hoy ocupa el pueblo Santa Cruz del Norte era un valle de ingenios, con más de cincuenta pequeñas fábricas de azúcar y grandes plantaciones de caña donde muchos de los esclavos se rebelaban y eran sometidos o huían hacia las lomas cercanas formando palenques donde vivían. Cuenta la leyenda que en el camino desde la costa hacia las serranías, en la zona de Jibacoa, hay un profundo pozo en el que los negros fugitivos se detenían para mitigar la sed, sucede que los rancheadores que los perseguían con sus perros para atraparlos y devolverlos a las dotaciones de sus dueños, hacían lo mismo cuando llegaban sedientos a aquel lugar.
La leyenda apunta que en una ocasión un grupo de cimarrones fue sorprendido por una partida de rancheadores muy cerca del pozo y cuando estaban a punto de ser capturados, un negro viejo considerado Brujo Mandingo en su tierra natal, porque poseía poderes mágicos, se convirtió en un frondoso árbol, un gran jagüey, y con sus ramas y raíces atrapó a los perseguidores para que los esclavos pudieran escapar.
Lo cierto es que muy cerca de lo que hoy es la base de campismo Los Cocos, cruzando la carretera, existe un profundo pozo, abrazado por un viejo jagüey cuyas raíces cubren, como un forro de madera viva las paredes desde el brocal hasta el fondo y se le conoce como “El pozo del esclavo”. Una leyenda que nada tiene que envidiar a François Makandal, el personaje central del “El reino de este mundo” novela de Alejo Carpentier publicada en 1949.
(Gracias a mi buen amigo Chaco que era el barbero de "El Rubio" que vive en esta zona y me conto originalmente la historia hace 20 años)
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