martes, 10 de julio de 2012

Escribo estas memorias para no olvidar


Corrían los años 90s en Santa Cruz del Norte, pueblito que me dio esposa, hijos, que me dio amigos de malísima reputación, decían. Corrían los 90s en el pueblo que me adoptó contra la voluntad de sus veladores. Tenía yo una niña pequeña que nació como muchas otras en medio del “periodo especial”, que no sabía de la risa involuntaria que provoca levantar en la punta de un dedo un trozo de merengue como un tesoro dulce. El cuento se repetía año tras año, si no faltaba la harina faltaban los huevos… (Esto último lo entiendo, siempre nos faltaron huevos)… el cuento era que por la época de su cumpleaños que era cuando solo le tocaba un cake, no había nada. Ella nació en enero como la Revolución, no hay huevos en enero ni harina, no hay otro cumpleaño en enero. Sin esperar nada le conté a un amigo como quien escribe en una pared un letrero, un mensaje para nadie, y a los pocos días regresó con un mensaje de su hermano que no sabía yo que trabajaba en una dulcería, “mi hermano te hizo un cake para la niña…que vayas a buscarlo dice”, ¡Tremendo dilema!, era en el pueblito de Carabello a 13 kilómetros de mi pueblo, no había transporte en enero, o nunca, me conseguí a un amigo que tenía una moto, de esos amigos que decían que eran “de mala reputación”. Un cake en una moto es como bailarse un trompo en la punta de la nariz sin que se caiga. Yo esperaba un cake de 10X10 pulgadas y me habían hecho un cake de boda. Le pregunte a alguien ¿tienes una caja de cartón? y me quite el cinto, todo el mundo me miró como se mira a quien quiere bailarse un trompo en la punta de la nariz. Esperaban en silencio a que yo como un mago sacara un conejo o un elefante de la caja o algo, me senté de espalda en la moto y uní mi cinto al cinto de mi amigo y lo volví a atar a mi cintura, tome la caja de cartón, la abrí, la hice una C y la coloqué por entre mis brazos para tapar el aire, me alcanzaron el cake y emprendí el viaje de de regreso a casa, nunca fue tan dulce como ese día mi regreso a casa, ese día fui la risa de cuatro pueblos, la risa de mis vecinos, la risa de todos, ese día hubo risa en la cara de mi hija como quien se lleva en la punta de los dedos un tesoro dulce. Escribo estas memorias que ya olvidadas estaban y 16 años después estando de visita en una casa en Miami alguien llega y dice : “yo te conozco de alguna parte”…… y lo repetía una y otra vez, …..“¿Pero de dónde…. de dónde? ”…y con un trago en la mano se sentó de lejos a mirarme y de pronto dijo: “ya sé……tu eres el comemierda aquel...si,…. que pasó de espalda por mi pueblo con cake en una moto”. Le dí un abrazo y las gracias y salí corriendo a escribir estas memorias para no olvidar.


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