Corrían los años
90s en Santa Cruz del Norte, pueblito que me dio esposa, hijos, que me dio
amigos de malísima reputación, decían. Corrían los 90s en el pueblo que me
adoptó contra la voluntad de sus veladores. Tenía yo una niña pequeña que nació
como muchas otras en medio del “periodo especial”, que no sabía de la risa
involuntaria que provoca levantar en la punta de un dedo un trozo de merengue
como un tesoro dulce. El cuento se repetía año tras año, si no faltaba la
harina faltaban los huevos… (Esto último lo entiendo, siempre nos faltaron
huevos)… el cuento era que por la época de su cumpleaños que era cuando solo le
tocaba un cake, no había nada. Ella nació en enero como la Revolución, no hay
huevos en enero ni harina, no hay otro cumpleaño en enero. Sin esperar nada le
conté a un amigo como quien escribe en una pared un letrero, un mensaje para
nadie, y a los pocos días regresó con un mensaje de su hermano que no sabía yo
que trabajaba en una dulcería, “mi hermano te hizo un cake para la niña…que vayas
a buscarlo dice”, ¡Tremendo dilema!, era en el pueblito de Carabello a 13
kilómetros de mi pueblo, no había transporte en enero, o nunca, me conseguí a
un amigo que tenía una moto, de esos amigos que decían que eran “de mala
reputación”. Un cake en una moto es como bailarse un trompo en la punta de la
nariz sin que se caiga. Yo esperaba un cake de 10X10 pulgadas y me habían hecho
un cake de boda. Le pregunte a alguien ¿tienes una caja de cartón? y me quite
el cinto, todo el mundo me miró como se mira a quien quiere bailarse un trompo
en la punta de la nariz. Esperaban en silencio a que yo como un mago sacara un
conejo o un elefante de la caja o algo, me senté de espalda en la moto y uní mi
cinto al cinto de mi amigo y lo volví a atar a mi cintura, tome la caja de
cartón, la abrí, la hice una C y la coloqué por entre mis brazos para tapar el
aire, me alcanzaron el cake y emprendí el viaje de de regreso a casa, nunca fue
tan dulce como ese día mi regreso a casa, ese día fui la risa de cuatro pueblos,
la risa de mis vecinos, la risa de todos, ese día hubo risa en la cara de mi
hija como quien se lleva en la punta de los dedos un tesoro dulce. Escribo
estas memorias que ya olvidadas estaban y 16 años después estando de visita en
una casa en Miami alguien llega y dice : “yo te conozco de alguna parte”…… y lo
repetía una y otra vez, …..“¿Pero de dónde…. de dónde? ”…y con un trago en la
mano se sentó de lejos a mirarme y de pronto dijo: “ya sé……tu eres el
comemierda aquel...si,…. que pasó de espalda por mi pueblo con cake en una
moto”. Le dí un abrazo y las gracias y salí corriendo a escribir estas memorias
para no olvidar.
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