domingo, 20 de diciembre de 2009

La casa de los arados


Nos alojaron en la casa en que guardaban los utensilios de labrar la tierra, aunque cuente la historia diferente y la embellezca y cierre los ojos y jure que es mentira, vivíamos en la casa de los arados y había arañas que nos trepaban por los ojos. Mi madre pastoreaba un hato de cabras enfermizas en las regiones imaginarias de una tierra que habíamos perdido. Mi madre por aquellos años tenía la acidez de las mujeres que pierden a sus hombres en la guerra y yo vagaba con un pan endurecido debajo del brazo, a veces apedreaba con él las planchas de zinc de techo de la casa, a veces me llevaba migajas a la boca y extendía la mano hasta la boca de mi madre, mas ella tornaba la cara con el desinterés de las mujeres que pierden a sus hombres en la guerra.
Esa fue mi niñez y la historia bien pudiera resumirse en: una mujer sola con hato de cabras ahoyando la sequedad de la tierra y un niño con un pan bajo el brazo.

1 comentario:

  1. Encuentro en este texto un lenguaje diferente de la poesia que he visto de ti, ni mejor ni peor, solo diferente.
    William D.

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