lunes, 19 de octubre de 2009

Caldo de pollo.


Como era una costumbre no podía faltar en los velorios de Santa Ana de Viajacas el caldo de pollo y el día que murió el abuelo la tradición se cumplió al pie de la letra cocinándose un caldo etéreo aunque al abuelo como yo no le gustaba el caldo, los muertos no toman caldo ni opinan después de muertos. Pusieron la olla muy temprano y como se dilataba la muerte del abuelo, se le adiciono una lata de agua cada media hora y al final del día llego a ser una masa esponjosa que las viejas partían con cuchillos y se llevaban a la boca en las puntas de los tenedores.
La tradición del caldo de pollo en los velorios estaba tan arraigada que en Santa Ana de Viajacas donde nada había que comer ni se guardaba nada de un día para otro, siempre había un pollo reservado y decían –este es para la muerte de- y el nombre del futuro muerto. Una vez de chico me regalaron un pollo y estuve dos semanas casi sin dormir y me levantaba en medio de la noche y me palpaba los latidos del corazón, primero en el lado derecho y después el izquierdo y sentía la frialdad de la muerte entrando por debajo de las sabanas y volvía al sueño en una sala repleta de gente que reía y se doblaba en el 8
* al mismo tiempo y me tiraban las fichas del domino y luego chiquillos que alargaban sus manos hasta mis bolcillos como buscando algo y alguien que me espantaban las moscas de los huecos de la nariz. La primera vez que me llevaron a un velorio me quede en la puerta y una vieja vino y me tomo del brazo y me alzo en la punta de los pies en frente de la caja como si estuviera en frente de una vidriera de juguetería y me decía –quedó igualito- y miré al muerto con su apariencia verdosa y no se parecía a nadie conocido y estaba allí sin entender la muerte mirando fijamente al muerto como si me fuera a saltar encima o abrir los ojos de pronto. Estuve muchas noches sin dormir y me palpaba los latidos del corazón y sentía sangre correr por entre las piernas y un olor penetrante como el caldo de pollo que se colaba por debajo de las sabanas y se deslizaba por debajo de las puertas y entraba en todas las habitaciones de la casa y yo conteniendo la hemorragia a cuenta gotas como resistiéndome a morir hasta que alguien gritaba- otra vez se meó ese cabrón- y en la mañana siguiente sacaban el colchón al sol y venían moscas, muchas moscas como en los velorios.

2 comentarios:

  1. Wow, electrizante.
    Williams Lee D

    ResponderEliminar
  2. Gracias, te hice caso y retire la gran mayoria de los textos, espero que pueda contar contigo en la presentacion del libro. Cuando tenga fecha te mando un email. Sera en el Centro Cultural Espanol de Miami. Te dare detalles en cuanto los tenga.
    Gracias

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.