viernes, 22 de marzo de 2013

Bainoa, donde chifla el mono, el burro y los búfalos de agua.


El pueblo de Bainoa tiene una calle principal que gira primero en L y después para embellecerla le hicieron una curva poco justificada que gira de pronto como si el que estuvo construyéndola andará indeciso de girarla a Caraballo o Jaruco, en fin; cuenta con un bar, una bodega vieja, una parada de ómnibus, una linea de tren para un tren que ni para ni pasa y la historia del famoso burro, la cual sería inútil relatar aquí  porque la conoces de seguro aunque hayas nacido en contramaestre, Oriente. Mira si el pueblo de Bainoa tiene cosas raras que sostiene el record de temperatura más baja en Cuba, registrada  el 18 de febrero de 1996, unos 0,6 grados Celsius por lo que hay un dicho popular que dice: “ese es el pueblo donde chifla el mono”.


Mirando una noticia de Cayo Tavernier en la florida me saltó a la memoria el pueblo de Bainoa. Jim Harris, un residente del Cayo acostumbra a sentarse todas las noches en una silla reclinable desde la que mira su televisor,  de vez en cuando lo vence el sueño y se despierta con el ruido dispar de un cambio de programación, pero la noche del domingo 13 de junio del 2010 lo despertó la cabezada en el pecho de un búfalo de agua, y usted se preguntara de dónde salió el búfalo. Eso mismo me preguntaba yo cuando pasaba por Bainoa en los 90’s y veía aquellos búfalos de agua que venían a ser tan inexplicables como la misma curva de la carretera. La cabeza de Búfalo que golpeó a Jim Harris, reliquia de una casería en África, había permanecido colgada a la pared por diez años hasta que en la noche del domingo 13 a manera de venganza tardía saltó en una cornada final sobre Jim Harris que tuvo que llamar al servicio de emergencia 911 para que le removieran de encima las 250 libras de cornamenta y cuero. Esa noche después de ver la noticia a las 11, me regresé inevitablemente a la imagen de aquellos búfalos de agua en medio del trópico grande que es Bainoa.
En pleno periodo especial, año 1990 o 91, trajeron a una cooperativa agropecuaria de Bainoa unos búfalos de agua para labrar la tierra, el caso es que los guajiros se quejaban porque los animales eran lentos, se sofocaban con facilidad y necesitaban de mucha agua. Después de las jornadas de trabajo los dejaban entrar en un lago artificial del que tenían que sacarlos casi a palos la próxima mañana para devolverlos al surco. Según me contó mi amigo Rolando Castillo quien era residente de Bainoa y ex-compañero de trabajo, una mañana los fúfalos no salían del agua y el guajiro encargado le tiró piedras, le dio gritos, le trajo maloja, le chifló como un mono y nada, permanecieron allí dentro del agua moviendo levemente la cabeza con desgano. A la mañana siguiente la misma cosa, los animales en el mismo lugar y el guajiro le tiró piedras, le dio gritos, le trajo maloja, le chiflo como mono y nada, hasta que maldiciendo por la haraganería de los animales decidió adentrarse en el lago con una vara para arrearlos. Para sorpresa del guajiro los búfalos estaban muertos, unos matarifes con buen sentido del humor los habían sacrificado y las cabezas las habían espichado sobre unas varas clavadas en el fondo a una altura justa para mantenerlas flotando al rítmico movimiento de las pequeñas olas que hacia sobre el agua, el viento.
Aunque la historia te parezca un chiste y pienses que aun están buscando a los matarifes, el chiste real es que están aun buscando al que se le ocurrió traer a Cuba desde África, búfalos de agua para labrar la tierra.

Adalberto Guerra/ Oct 04.2012


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